De acuerdo a las Naciones Unidas, «las mujeres y las niñas constituyen la mitad de la población mundial y por consiguiente la mitad de su potencial. La igualdad de género, además de ser un derecho humano fundamental, es imprescindible para lograr sociedades pacíficas, con pleno potencial humano y capaces de desarrollarse de forma sostenible. Además, está demostrado que el empoderamiento de las mujeres estimula la productividad y el crecimiento económico».
Asimismo, en la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (1981), se considera dentro de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, la obligación de garantizar a las mujeres la igualdad en el goce de todos los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos. De no ser así, se estarían violando los principios de la igualdad de derechos y del respeto de la dignidad humana, lo que obstaculiza la participación de la mujer en distintos ámbitos, y en particular, en el cultural, que es el que nos compete. Esta discriminación a priori «constituye un obstáculo para el aumento del bienestar de la sociedad y de la familia y […] entorpece el pleno desarrollo de las posibilidades de la mujer para prestar servicio a su país y a la humanidad […]», y para contribuir al bienestar del mundo y a la causa de la paz. Por tanto, «se considera discriminación toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer […]». En su artículo 5, la Convención indica que se deberán modificar los patrones socioculturales y los prejuicios asociados a la inferioridad de la mujer respecto de los hombres. De igual forma, se velará el derecho a «participar en actividades de esparcimiento, deportes y en todos los aspectos de la vida cultural» (artículo 13).
En un contexto más específico, la Ley Orgánica 3/2007 española, del 22 de marzo, tiene como propósito hacer efectivo el derecho de igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres, en cualquiera de los ámbitos de la vida y en las esferas política, civil, laboral, económica, social y cultural.
Ahora bien, particularmente en el ámbito artístico, la evidencia demuestra que aquellos preceptos no se cumplen, y así se lo indica la Convención, quienes se declaran «preocupados, sin embargo, al comprobar que, a pesar de estos diversos instrumentos, las mujeres siguen siendo objeto de importantes discriminaciones […]»; preocupación que Festivalie comparte.